León XIV ya alzó la voz contra Ortega y Murillo: como obispo, denunció la persecución religiosa en Nicaragua

El nuevo Papa, entonces miembro de la Conferencia Episcopal Peruana, condenó en 2022 la represión del régimen Ortega-Murillo contra la Iglesia católica nicaragüense. Hoy, desde el Vaticano, esa denuncia cobra un nuevo significado, siguiendo la línea crítica de Francisco. Su elección reaviva la esperanza de una Iglesia comprometida con los perseguidos.

El humo blanco no solo anunció un nuevo papa, sino también la posibilidad de un nuevo tono frente a los regímenes que persiguen a la Iglesia. León XIV, el recién electo pontífice, es estadounidense-peruano y conoce de primera mano las tensiones entre poder político y libertad religiosa que han marcado la región en los últimos años. Entre ellas, la brutal represión del régimen Ortega-Murillo contra la Iglesia católica nicaragüense.

León XIV ha sido reconocido por su sensibilidad hacia las causas sociales, su cercanía con comunidades pobres y su defensa del papel profético de la Iglesia en contextos de injusticia. Antes de su elección al papado, fue un cardenal activo en las redes episcopales regionales y en espacios como el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano), desde donde articuló posiciones claras frente a las violaciones a los derechos humanos en países como Venezuela, Nicaragua y Cuba.

En agosto de 2022, mientras el obispo Rolando Álvarez era confinado por la dictadura, la Conferencia Episcopal Peruana —a la que pertenecía el entonces obispo hoy convertido en León XIV— envió una carta contundente al episcopado nicaragüense. El mensaje condenaba la agresión a símbolos católicos, la criminalización de los sacerdotes y la destrucción de la libertad religiosa. “La violencia nunca ha construido, solamente ha sembrado las semillas de la pobreza y del odio”, advertía el comunicado. También llamaba a respetar la libertad de conciencia y la fe de un pueblo golpeado.

Aunque no firmó individualmente aquella carta, el hoy Papa León XIV era parte del cuerpo episcopal peruano que la respaldó. Su trayectoria pastoral y su elección como obispo en una región históricamente comprometida con los derechos humanos marcan una diferencia importante: “la Iglesia que hoy lidera no es ajena a las luchas de sus pueblos. Y tampoco lo es él”, coinciden las primeras reacciones de analistas religiosos tras su elección.

La elección de un Papa con un vínculo con Latinoamérica no solo tiene un peso simbólico, sino que llega en un momento de creciente represión contra las voces críticas en la región, incluidas las religiosas. León XIV asume el papado con la experiencia de haber sido testigo del deterioro democrático regional y del uso de la fe como blanco de censura, hostigamiento y cárcel por parte de regímenes autoritarios. En particular, su cercanía con los episcopados centroamericanos lo sitúa como una figura con conocimiento directo del caso nicaragüense, uno de los más alarmantes del hemisferio.

Desde 2018, Nicaragua vive una persecución sistemática contra la Iglesia católica. Más de 12 sacerdotes han sido encarcelados, seis permanecen en prisión, otros tantos han sido expulsados o forzados al exilio, y el régimen ha confiscado templos, congelado cuentas diocesanas y clausurado universidades y medios religiosos. El Vaticano rompió relaciones diplomáticas en 2023, tras la expulsión del nuncio apostólico y el aumento de la represión.

La elección de León XIV llega en medio de este escenario. Su pontificado podría implicar un nuevo nivel de presión moral, diplomática y pastoral para que se respete la libertad religiosa en Nicaragua y otros países donde la Iglesia es perseguida por alzar la voz.

En aquella carta de 2022, los obispos del Perú pedían a la Inmaculada Concepción, patrona de Nicaragua, que “sostenga la fe y la esperanza del querido pueblo nicaragüense”. Hoy, esa esperanza se renueva desde Roma, con un Papa que ya ha estado del lado de los perseguidos.

Nota publicada el 09 de mayo de 2025 en Divergentes

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